Mañana vuelvo al hospital, por llamarlo así. Últimamente es más parecido a una trinchera que a un lugar donde se salvan vidas. Nunca pensé que presenciaría una, y ahora cada vez que piso la entrada de hospital siento que estoy en primera línea de guerra. Pero aquí hay algo que no encaja, yo no soy soldado, yo no tengo genes valientes deseosos de salvar a la humanidad de un meteorito maléfico, no, yo soy hipocondríaca y muy cobarde. Yo no soy soldado. Me esperan, si nada cambia, cuatro mañanas y dos noches seguidas. Las mañanas son más llevables, las noches no quiero ni contarlas. Vamos envueltas en plástico, con suerte, con dobles guantes, gorros, calzas, dos mascarillas que pican como demonios y te hieren la piel dejándonos unas marcas que prometen ser eternas, con una pantalla que te aprieta tanto que duele la cabeza, pero a mí me da seguridad y prefiero la cefalea a trabajar con miedo. Es una película de ciencia ficción, pero insisto, nunca ...
Comentarios
Publicar un comentario