NOCHES DE UCI

            Segunda noche. 4.30 de la mañana. Cuerpos cansados. Piernas en alto en sillas y sillones.
            Suena el teléfono. El corazón se nos sale por la boca del susto. Esther lo coge. La escuchamos:


     
            —No sabíamos nada de un ingreso... —conmoción generalizada—. Vale...
            No nos hace falta hablar. Se nos complicó la noche y nadie nos había avisado. Muy mal. Comenzamos a prepararnos. Toñi mueve los sillones más rápido que un profesional de las mudanzas.
            Veinte segundos después, Verónica dice asustada:
            —Ya están ahí...
            Se abre la puerta de la UCI y entran cinco SAMUR y un paciente en camilla invadiendo nuestra unidad.



           
         Nos faltó cubrirnos a lo Robbie. Nuestros ojos de corderito degollado no podían ni asimilar lo que el SAMUR nos contaba de paciente secundario, pero entre todas bloqueamos, inconscientemente, su acceso.

            

       —Llama al médico —dije yo con voz de ultratumba y más enfadada que un comentarista de GH.
            Esther regresa al teléfono.
            —Oye, Deme —el intensivista—. Está aquí el Samur con un ingreso...—Entonces la escuchamos decir aliviada la frase más bonita de esa noche—: ¡Ah! !Es a la coronaria!

            Samur que se disculpa por su interrupción. Ahora sí todas reímos. Toñi recoloca los sillones. Piernas en alto. Bromitas repitiendo la jugada. Final feliz (menos para los de la coronaria).



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