Déjate el pedestal en casa.
¿Todavía
hay gente que no se ha dado cuenta de que estamos en una situación tan
especial, horrible, deprimente que más parece una película de Steven Spielberg que
la realidad?
Pues
debe de ser que no, porque todavía vienen especialistas a nuestra unidad, donde
estamos compartiendo batas, reciclando mascarillas, usando siempre FFP2 aunque
tengamos que aspirar y coger papeletas para pillar el coronavirus, donde hemos
hecho boxes dobles con material de vete a saber dónde en dos horas, donde nos
pasamos todo el turno (excepto un descanso), TODO, vestidos, ahogándonos con
las mascarilla, aguantando el dolor que te provocan las gomas, todavía vienen y
nos hablan como si fuésemos tontos. No está el horno para bollos, señores.
¿Nosotros
tontos? ¡Ja!
El
equipo de enfermería está continuamente dentro de las unidades. En todas las
unidades que se han abierto en el hospital de UCI, en muchas con personal que
no está entrenado y a veces solo envían
a un enfermero de UCI para ayudar a los que antes hacían endoscopias y hoy se
enfrentan a los cientos de cuidados que conlleva un paciente de UCI (a este
nivel, que es premium, me quito el sombrero, compañeros) y, repito,
todavía, vienen y recibimos malas formas.
Creo
que si hay un momento en esforzarse en hablar bien a los demás, en aparentar
tranquilidad y valorar el trabajo de los demás, es este. Jamás diré que los facultativos trabajan
menos, jamás, porque no es verdad, es
diferente función, y la suya es tan agotadora mentalmente que no la quiero ni
regalada. Y, aunque más de una vez en estos días, los hubiese mandado a Mordor,
me lo ahorro, porque llevamos una procesión tan grande cada uno por dentro que
intento suavizar y destensar el ambiente. ¿Nos hacemos facilitadores? Por
favor.
Ayer
una anestesista vino a intubar a un paciente a nuestra unidad con las manos en
alto moviendo los dedos como si se hubiese prometido ese día y nos enseñase el predusco
de su anillo y exigiendo material que no había, porque no hay, y retándonos a no
intubar si no lo obteníamos, con un trato tan despectivo y burlón que porque
estoy educada en el no a la violencia si no (y creo que digo esto por primera
vez en mi vida), la arrastro de los pelos.
No es
el único caso, si escribo esto es porque veo y me cuentan muchas situaciones
como esta y me entristece. No siempre por parte de médicos, a veces al contrario, o entre gente más entrenada que otra, pero en mi papel lo que más vivo es por parte de los facultativos. Cada uno que cuente su verdad, esta es la mía.
Señores
doctores, cuando ustedes no están en la unidad con estos pacientes tan graves,
la enfermería no para de resolver como buenamente puede, evitando llamarles
todo el rato para que sigan valorando a otros pacientes, y nos enfrentamos a
momentos muy emergentes, no solo suceden cuando están ustedes dentro de la
unidad, los pacientes se ponen malos a todas horas, y a todas horas solo
estamos nosotros, así que qué tal si se ahorran los tonitos. ¿Somos
facilitadores?
Obvio,
obvio, por Dios, que no todos son así, pero siempre ha habido facultativos de
la vieja escuela, endiosados, y creo que o ahora se bajan de su auto- pedestal o lo único que hacen es entorpecer. Es que en
este apocalipsis que nos ha tocado vivir a mí me parece hasta ridículo esa
actitud hostil.
¿Qué
tal si nos dejamos los galones en casa y entramos al hospital apostando a
porque los demás son tan válidos como yo y están enfrentándose al COVID 19 con
valentía, con nuestras armas sanitarias, con inventiva, con jornadas agotadoras
y con mucho miedo?
¿Qué
tal si obviamos las carencias y nos fijamos en las virtudes? La metamorfosis
profesional que están ejerciendo nuestros compañeros en el hospital es de ovación
nacional, sé que si yo ando agotada, ellos deben de estar viendo respiradores
en sus sueños (si es que consiguen dormir). Mi reverencia, compañeros.
Los
celadores, lo celadores. Los putos amos (perdón). Se está volcando, ayudando,
si no es por ellos muchos pronos los ejecutaríamos mucho peor. Nos ayudan a salir de las unidades, a enviar
muestras, a cortar batas... Otra reverencia, compañeros.
Y, por
supuesto a los médicos, mi aplauso, porque lo que os está tocando decidir no lo
vais a poder olvidar nunca y os necesitamos para salir de este apocalipsis, mucho.
Porque no sé cómo tenéis capacidad para valorar a tantos y tantos afectados.
Sois muy grandes.
Este
era el año de la enfermería, el contexto se nos ha ido de las manos, algo más
light hubiera valido. De verdad que no pido medallas, pido respeto. El mismo
que ofrezco. Sin más. Entre todos, cambiando soberbia por sonrisa, paciencia y calma por grito y ayuda por rechazo saldremos mejor de esta horrible película.
Lo primero, un aplauso y mi agradecimiento.
ResponderEliminarLo segundo, como madre y hermana de médicas, no entiendo que no se os valore como iguales, cada uno en lo suyo, ayudándose, complementándose.
Todo mi respeto.
👏👏👏👏👏
Gracias Almúdena. Tus hijas seguro que son fantásticas, son los menos. O nos ayudamos o salimos locos en cada turno.
EliminarQue ciertas palabras acá a la gente así se les conoce como las vacas sagradas... veo que en todo el mundo se cuecen habas... ojalá lleguen a comprender que están en el mismo lado de la batalla y que juntos será más fácil sobrellevar la agonía el cansancio la pena de ver como se está desenvolviendo todo este caos... me saco el sombrero por cada uno de ustedes funcionarios de la salud que están en primera línea de batalla ... y deseo que tengan mucha fortaleza para seguir aguantando sin desfallecer
ResponderEliminarGracias por tus palabras y mucho ánimo desde Málaga. (Un celador del Costa del Sol). Un abrazo enorme compañera!
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