TIRITITRANDO DE MIEDO
Hoy sí que vais a pensar, ¡esta chica se lo inventa!
No es posible que una planta dé para tanto. Pero os prometo por mi nuevo libro —y
así aprovecho y os cuelo lo de Abrázame
que no te quiero—, que todo lo que escribo es verdad, de la buena, de la
que no hace falta inventar nada. La realidad supera la ficción, ya lo veréis.
Este
fin de semana me ha tocado trabajar —¡oohhh!—. Yo ya iba precavida, sabía que
sí o sí, me correspondía llevar esa
habitación… Sábado tres y veinte de la
tarde —prácticamente se acaba de marchar el turno de la mañana—. Es costumbre en
nuestra unidad el tomarse un café antes de empezar a sacar pastillas y así estábamos
obrando, una asidua a dicha tradición, y mis dos fantásticas compañeras
enfermeras. Cuando de pronto escuchamos un montón de gritos, como de hienas, tan
agudos que mis tímpanos todavía están resentidos. Las tres saltamos de nuestro
asiento y como un vendaval corrimos al lugar de dónde provenían los aullidos.
¡Oh, no! Provenían de esa habitación…
Gozamos
de la gran suerte (ja, ja, ja) que esa
habitación está a escasos cinco metros de nuestro estar de enfermería, y partiendo de la base que corrimos
más que Usain Bolt, pues calculad que tardamos en aparecer menos de dos o tres
segundos.
—¡Haced
algo, vagas! ¡Sin vergüenzas! ¡Qué se muere! ¡Pero haced algo!

Conseguí
hacerme un hueco en esa habitación, pidiéndoles
que nos dejaran entrar, porque a ellas, que no deben dar para mucho (y lo digo porque
lo digo), no se les ocurrió pensar que si estás en la puerta gritando al
personal sanitario, no le dejas acceder a la habitación para salvar la vida del
paciente.
Lo que
me encontré fue peor. Una barrera de hombres, sus maridos, o sus hermanos, qué
sé yo, nos clamaban que hiciéramos algo, que se ahogaba. Otra vez, tuve que
hacerme un hueco entre la marabunta gitana, —me imagino que vuestras avispadas
mentes ya lo habían concluido— y poder acercarme al, en teoría, ahogado
patriarca.
¿Estaba
ahogándose? ¿Azul? ¿Tuve que aspirarle inmediatamente para salvaguardar su vía
respiratoria de los cuerpos extraños?
No.
«¿Nooo?»
entiendo vuestra conmoción, a mí me sucedió igual.
No. El
señor estaba tan pichi, de hecho, mejor que nunca. Él nos intentaba decir —pero
las hienas no nos dejaban oírle— que había tenido una especie de golpe de tos,
pero que se le había pasado en seguida y qué no entendía a qué venía el
alboroto. Les pedí, eso me lo han recordado mis compañeras, yo del susto, no me
acuerdo de nada, que se callasen y se saliesen para poder atender al enfermo.
Nos
hicieron caso, pero no sin antes, recibir un montón de amenazas y de insultos
varios, entre ellos creo que «guarras». Fíjate tú.
Pues
allí estábamos, tres enfermeras, una auxiliar y un patriarca respirando a la
perfección. A mí me temblaba todo el cuerpo, tenía frente a mí a la auxiliar
con una sonda de aspiración en una mano y con la otra haciéndome un gesto de «nos
van a canear». Yo sólo repetía:
—No
salgo, yo no salgo, éstos nos matan.
El
patriarca al vernos tiritar a las cuatro, nos prometió que no nos iban a hacer
nada y que les dejáramos entrar. Al final, la más valiente de las que
padecíamos allí, (yo no), abrió la puerta y se dirigió a la marabunta para
explicarles que su querido y amado familiar se encontraba perfectamente y que
él mismo se lo iba a decir.
Aprovechamos
la confusión y salimos de la habitación. Vivas, que no es poco.
¿Qué
hicimos? Llamar al supervisor de guardia, dejar en dieta absoluta al enfermo y
entrar de dos en dos a esa
habitación. Teniendo más claro que el agua, que si en algún momento le sucede
algo, y es más que probable porque ingresa por fallo multiorgánico, más nos
conviene salir pitando porque nos matan a palos. Y a los que estáis pensando,
¿pero no hay seguridad? , les aclaro que trabajo en una planta muy alta, y que
para que puedan venir, hay que llamarles; si estás encerrada en una habitación,
explícame tú cómo se enteran. Lo dicho, a salir pitando, compañeras.
¿Bonita
profesión? Y repitiendo el final de otra entrada de este blog:
—¡Y
que no nos paguen peligrosidad! ¡Venga hombre!
Cuando se trata a personas de otras culturas, es fácil que se sientan despreciados y creo que por eso intentan dar miedo, a veces pasa con personas de otros países, hay un libro "identidades asesinas" que explica un poco esto.
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