Selva o isla, esa es la cuestión.
¡Es tan difícil
encontrar el punto justo para corregir sin cabrear al corregido, que al final
se nos han subido a la chepa y nos están pataleando a la voz de «arre, arre»!
Sí, son muchos años ya
tratando con gente. Lo que en principio decía —cuando era una adolescente sin
experiencia—, que me encantaba, «el trato con la gente», ahora lo he llegado a
detestar. A veces, cuando no circulo por Madrid y espero a que el semáforo y el
atasco me dejen continuar mi camino, me fijo en esas oficinas y envidio a todos
los que allí trabajan. Gente encerrada en pequeños cubículos, con un ordenador
y que probablemente se pasan horas y horas, enfrascados en su trabajo sin hablar
con nadie. Me encantaría tener un trabajo así. Y soy sociable, bastante, los
que me conocen pueden dar fe, pero el trato hospitalario ha golpeado, aturdido
y aplastado mis ganas de socializar. Para que me entendáis mucho mejor, os voy
a describir varios perfiles que hay en nuestra selva, y que están logrando que
fantaseé con vivir en una isla desierta, paradisíaca, pero desierta:
1. “El fisgón pillado”.
Algo tan tonto cómo explicarle a alguien que no puede pasar por un sitio ya
trae consecuentemente una mala cara y peor respuesta. Es rara la tarde que no
nos toca indicarle a alguien que no entre en el control de enfermería o en el
cuarto de la medicación, y que es mucho más fácil llamar al timbre. Y aunque,
doctas en inteligencia emocional, lo decimos con la mejor de nuestras sonrisas,
se nos revelan y se marchan soltando alguna perlita.
2. “El Nenas”. Ya lo
hice ver en otra entrada, pero no es asunto sencillo, aunque así escrito pueda
parecerlo, expresarle a alguien que deje de llamarte: nena, rubia, chica,
guapa, scccchhhh, bonita, hija, etc. Se les tuerce la cara y casi siempre
replican: «Ah, perdona, es que no sé cómo te llamas» «perdona, hija, pero no lo
he hecho a malas». Alguna vez me ha pasado que han puesto cara de ¡ésta repelente
de qué va! y a la que vuelves a pasar te chista de la misma manera, o dice
«enfermera» con retintín y sorna.
3. “Los Judas”. Otro
rasgo muy común en el ámbito hospitalario. Son aquellos que son espectaculares
cuando las cosas van bien: amables, educados, agradecidos, de esos que dicen,
«¡cuánto trabajáis, no paráis!», pero como de repente las cosas, que antes iban
bien, sufran un leve contratiempo, te ponen de vuelta y media en menos que canta
un gallo.
4.”El echa balones
fuera”. Hay otro caso muy común y curiosísimo, los que no trabajáis en sanidad,
vais a alucinar, fijaos. Las mayores broncas que han caído en nuestro servicio,
incluso con agresiones, son de familiares que apenas vienen a ver al enfermo y
cuando aparecen la montan a lo Tarantino. Os lo prometo, es así. ¿Y por qué lo
hacen? Pues probablemente porque querrán limpiar su conciencia maltratándonos a
nosotros y así auto-convencerse de que son unos perfectos familiares y que su
ausencia de visitas, es porque están muy liados, pero eso no quita que andén
muy preocupados.
5. “El cuentista”. El
que se olvida de que tiene manos y piernas y te requiere hasta para el aseo
diario y al rato, cuando ya está limpito, le ves andando por el pasillo tan
pichi. Este perfil lo sufren especialmente las auxiliares de enfermería. Las
caras que se les quedan a nuestras compañeras cuando descubren que son más
independientes de lo que alegaban, son muy graciosas.
6. “Las marquesas”,
esas señoronas con uñas pintadas —excepto una para el pulsioximetro—, que el
único movimiento que hacen en todo el día, es el de tirar de la cuerdecilla del
timbre para solicitarnos. Generalmente sus maridos son santos varones que se
desviven por complacerlas, pero ellas nunca se lo agradecen. Por descontado que
la palabra “por favor” no está incluida en su diccionario.
7. “Los listillos
ignorantes”. Esta es una especie que me imagino que se aprecia en otros mundos
laborales. Dícese de aquel que te pregunta por el antibiótico,
antihipertensivo, y diurético que se le está administrando, con cara de
circunstancia, aparentando ser un erudito, (imaginároslo con mano en mentón
esperando la respuesta) y realmente no tiene ni pajolera idea. Si alguno de
esta especie me está leyendo, os aconsejo que dejéis de actuar así, os pillamos
a la que abrís la boca y decís “onda” o “guía”.
8. “El Pone quejas”.
Para los que acabáis de empezar, que sepáis que esa figura existe. Nunca os
fiéis de aquellos que apuntan todo en una agenda, por mucho que os pretexten
que es para decírselo a su hermana luego. Buscan —y si no inventan— cualquier
indicio de error, y al alta, cuando ya se han ido, nos llaman de atención al
paciente y descubrimos que han puesto quejas por absolutamente todo y a todos.
Ese día, es como el reparto de notas en el cole. Acabamos de sufrir a una
familia así, y visto lo visto, creo que han estado más tiempo redactando quejas,
que cuidando de su santa madre.
¿Y qué hace el personal
sanitario o por lo menos yo, ante tal fauna? Vacunarme —haciendo cursos de
trato en situaciones conflictivas— y después torear, lo que conlleva que en
muchas ocasiones les dé la razón para que me dejen trabajar cómoda y en paz; que
me quieren llamar “nena”, pues que me llamen, que la señora dice que le tengo
que quitar los puntos hoy, pues se los quito.
En fin, debe haber
varias selvas peores que esta, estoy segura, pero estoy agotando mis anticuerpos
y se han acabado las vacunas —el curso lo impartían en la Lain Entralgo y la
han cerrado—, así que debería cogerme un avión y partir a mi islita paradisíaca
con un disco de Ricardo Arjona, el libro Orgullo y Prejuicio y una tortilla de
patata.
¡Hasta la próxima!
Me hago un comentario a mí misma ¿Qué pasa que todos son malos?
ResponderEliminarNo, no, si no hubiera gente normal yo ya no trabajaría allí, por supuesto que hay personas sorprendentes.
animo!! que en todos los sitios hay distintos tipos de personas y nadie somos perfectos
ResponderEliminarPor tus quejas continuas y tu análisis tan exhaustivo de las diferentes personalidades de pacientes y acompañantes, lo q debes hacer es cambiar de profesión y olvidar la fauna q describes. Tu salud mental te lo agradecerá.
ResponderEliminarHay q empatizar mas.
Gracias, nada me gustaría más, que, por lo menos,cambiar de servicio. Tiempos de crisis... Con respecto a empatizar, bonita palabra, pero creo que debe de ser bi-direccional, si no te agotas. Un beso.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, me he reido mucho con tus descripciones, yo no lo hubiera hecho mejor. Pero se que debemos trabajar con este tipo de gente y como dices también hay mucha otra que se puede llamar "normal", respetuosa, educada, colaboradora.....
ResponderEliminarYo, por mi parte, intento estar lo mejor posible siempre en mi trabajo y con la gente. Aunque reconozco que debo tener mucha paciéncia y tengo recursos para estar bien. Un saludo!
Gracias a todos por los comentarios. He descubierto que antes lo tenía mal configurado. Un beso y cómo me voy unos días, no creo que pueda escribir. ¡Hay que cargar pilas! Claro, que espero que no me lleve el viento...
ResponderEliminar